A 91 años de su fundación: Pedro de Valdivia, la penúltima salitrera en decir adiós
Hace exactos 91 años (lunes 6 de junio), iniciaba sus operaciones la ahora exoficina de Pedro de Valdivia, ubicada a 60 kilómetros al interior de Tocopilla. Hasta el inicio de la década del 90, esta vieja salitrera junto con María Elena -distante a 25 km al norte-, eran los últimos bastiones de una era salitrera hasta que Valdivia cerró en 1996.
Este fin de semana, decenas de pedrinos visitaron por primera vez desde el inicio de la pandemia los vestigios de su cuna, la cual (junto con la oficina Chacabuco) sigue manteniendo sus estructuras en su mayoría indemnes, no así como las cientos de salitreras existentes de las cuales solo subsisten derruidos murallones rodeados de tortas de ripio.
Uno de los organizadores de estas festividades, el alcalde de María Elena Omar Norambuena, contó que “anticipamos las actividades con las directivas de centro de hijos y fijamos que cada celebración se realizará el primer sábado de junio, y hoy tocó el día cuatro. Después de dos largos años estuvimos a la espera de poder conmemorar esta fecha que congrega a la gran familia de Pedro de Valdivia. Había gente de México, Nueva Zelanda y Estados Unidos”.
Un sistema innovador
La oficina Pedro de Valdivia inició sus operaciones en 1931. El comienzo de esa década fue precisamente la que liquidó a la gran mayoría de oficinas salitreras de las regiones de Antofagasta y Tarapacá debido a la crisis del salitre.
Pero Pedro de Valdivia y las oficinas Coya Sur y Coya Norte (esta última, rebautizada como María Elena) resistieron el embate económico dado a que en sus procesos de explotación del salitre emplearon un innovador sistema “made USA” llamado Guggenhaim.
Antes de esto, las oficinas funcionaban con el proceso británico “Shanks”, el cual fue el característico de las viejas salitreras del desierto. Básicamente era fuerza bruta, extrayendo las costras calichozas a punta de pala, pico o dinamita, enviándolo a las chancadoras, luego ese material era disuelto en nocivos líquidos, dejando el resultado a pleno sol para obtener el salitre.
El Guggenheim -llamado así en referencia a los hermanos norteamericanos que lo desarrollaron- fue más sofisticado. Según explica el historiador Damir Galaz-Mandakovic Fernández “consistió en la mecanización de la extracción, lo que implicó aumentar las cantidades de material aprovechable, significó lixiviar a una menor temperatura, concentrar las soluciones, cristalizar por enfriamiento y granular el salitre. Este proceso implicó que el caliche fuera triturado y colocado en estanques de lixiviación mientras que una porción más fina, alrededor del 25%, era enviado a relaves en donde se extraía el yodo de la solución. Posteriormente, se lixiviaba con agua que poseía una temperatura de 40ºC hasta lograr el nitrato de sodio a través de la saturación. Consecutivamente era enfriada hasta 15ºC, para que precipitara el exceso de nitrato. Para lograr la recuperación de yodo, la solución era recirculada. En esa situación, se consideraba que alrededor del 75% del nitrato, era recuperado en ese circuito cerrado”.
De hecho el plan Guggenheim fue desarrollado por el ingeniero norteamericano Elias Cappelen Smith, quien llegó a Coya Norte a poner en práctica su innovador método. Ante el éxito de su propuesta Coya Norte fue rebautizada con el nombre de su esposa, Mary Ellen Condon (María Elena).
Sociedad
Pedro de Valdivia no solo sobrevivió, sino que además se lució de entre las otras salitreras de la época. Galaz-Mandakovic Fernández explica en su trabajo The Guggenheim process que “este proceso no solo tiene una dimensión técnica, sino que también social y por sobre todo política, en cuanto a las tensiones con grupos británicos que resistieron esta innovación, porque los Guggenheim proyectaban levantar un verdadero imperio en las salitreras que se basara en una compleja estructura legal y financiera, cuya base fueran las acciones, los bonos y la patente de utilización del sistema que propiciaban. En ese escenario, los antiguos salitreros tuvieron que rendirse y asumir que el sistema Shanks iniciaba su declive definitivo. El político y militar socialista Marmaduque Grove denunciaba en el Senado de 1935: ‘jamás habrá acuerdo con las derechas, aquellas defienden un Chile para Guggenheim, mientras que la izquierda, un Chile para los chilenos’. Esta denuncia evidenciaba las tensiones que surgieron ante la nueva hegemonía económica de los estadounidenses y su gravitación en las discusiones y decisiones políticas. Entonces, la inserción de los Guggenheim como nuevo actor, fue para muchos una erosión de la soberanía nacional”.
El Consejo de Monumentos Histórico Nacional (CMN), que declaró los vestigios de la vieja oficina como monumento nacional el mismo año de su cierre (1996) consta que “la cantidad de personas que vivía en una oficina salitrera variaba de acuerdo a varios factores. Cada cantón tenía un poblado central, donde los trabajadores y sus familias podían acceder a servicios que el campamento no ofrecía: espacios de diversión, servicios religiosos, sanitarios, educación, cementerios, medios de comunicación, comercio libre, etc. La oficina de Pedro de Valdivia, ubicada en el cantón del Toco, fue inaugurada en 1931, siendo la última en ser construida y llegando a tener una población de catorce mil habitantes”.
Ocaso
La oficina comienza a cesar en su producción ya en los años 70, pero se mantiene como campamento. El contar con más servicios que sus símiles (como escuelas, posta, canchas deportivas y teatro) le hacían más resistente de ser abandonada.
Pero el tiro de gracia llegó. En las páginas del CMN señala escuetamente que “perteneció en sus inicios a la empresa Lautaro Nitrate Co. Ltd, la que en 1950 se fusionó con Anglo-Chilian Nitrate Co; generando una nueva compañía llamada Compañía Salitrera Anglo- Lautaro. A fines de la década del 60 pasó a ser propiedad del Estado a cargo de Soquimich. Cerrando sus puertas en 1996”.
La diáspora de pedrinos que debieron dejar su tierra se concentraron en María Elena, Tocopilla, Calama y Antofagasta. En esta última, muchos de ellos se encuentran en la población Villa Frei, donde incluso cuentan con una plaza adaptada a la usanza de sus tierras.
Entre quienes abandonaron Valdivia hace 26 años se encuentra Carolina Cortés, periodista quien en ese entonces era una niña. El recuerdo de la marcha aún lo mantiene tatuado en su memoria.
“Recuerdo perfectamente ese día porque nos fuimos un viernes, como a las seis de la tarde. Y cuando salimos por la estación de trenes fue una sensación de tristeza porque estaba dejando atrás toda una vida, mis amigos, el colegio, también la piscina donde nos íbamos a bañar casi todos los días en la tarde con mis vecinos y amigos con los que hasta el día de hoy estamos en contacto. Nos fuimos con música en el auto y con un arrebol maravilloso, nos despedimos de Pedro de Valdivia. Me siento muy orgullosa de ser pampina, de ser maríaelenina, y sobretodo de ser pedrina”.